*Buscan ganarse la vida limpiado vidrios de los coches
Como un fenómeno creciente en la ciudad, los limpiaparabrisas ganan territorio a lo largo y ancho de la ciudad, sin embargo ahora se pueden observar incluso a familias completas apoderadas de algunos cruceros.
Una estampa que se ha vuelto de lo más normal en la ciudad, es observar como niños y jóvenes, y otros no tanto, se aglomeran en los cruceros de las principales calles y avenidas de Cuauhtémoc, donde se autoemplean como limpiaparabrisas, con el consabido riesgo que implica “torear” los vehículos, sobre todo en las horas pico del día.
El auge viene de tiempo atrás, sin embargo se ha acentuado en los últimos años, cuando finalmente la autoridad desistió del control que ocasionalmente se hacía por parte de la policía municipal para retirarlos de los cruceros.
Muchos de los automovilistas aunque tratan de evitarlos, sigue siendo mayoría aquellos que aportan alguna moneda en retribución a la limpieza del vidrio de su vehículo, motivo principal que ha llevado a decenas a realizar la ocupación de calles, sobre todo en zona de semáforos.
Mucho se ha dicho que ligada a esta actividad está el sustento de decenas de familias, pero también asociada a problemas de adicciones y otros aspectos como la imagen negativa que se proyecta de la ciudad a quienes la visitan.
El grueso de los ocupantes de los cruceros, ahora, son jóvenes que van desde los 13 hasta los 25 años de edad, aunque no falta aquel que apenas si comienza a caminar. Están ahí con su limpiador y una botella de agua jabonosa en mano; llegan de sorpresa hasta la parte frontal de cada automóvil que pasa por ese lugar.
Aunque parezca increíble, adultos mayores también han comenzado a marcar su propio territorio. Falta dar un paseo por la ciudad para darse cuenta de la realidad.
Más allá, como ocurre en algunos puntos, al menos uno de los más visible; en el entronque de la carretera a Anáhuac y el periférico Gómez Morín una familia entera sentó sus reales para trabajar limpiando los vidrios de los coches. Se ve que pasan largas jornadas en ese lugar, que ahí amanecen y se van con la puesta del sol.
Una carriola con cobijas abultadas revela que también hay un pequeño(a) de brazos, mientras los más grandes corren entre los carriles para apartar el auto al que le limpiaran su parabrisas.
Sol, aire o frío no impiden que sigan trabajando. Una madre sigue los pasos de cada uno y observa a la distancia como protegiéndolos, aunque no estaría a su alcance hacerlo en caso de una situación de riesgo.
Pudiera considerarse como indolente la actitud de algunos guiadores que no cooperan con una moneda, pero más marcada es la ausencia de las autoridades para ir y conocer de las necesidades de este tipo de familias y buscar la manera de sacarlas de ahí, ofreciendo algún tipo de oportunidad.
